El plantearse la idea de armar una caja de la memoria, en cuyo interior debían ir objetos significativos para cada persona, no genero en mi mayor dificultad, siempre por medio de los objetos e recordado hechos y personas. Mi habitación más larga que ancha, se encuentra cargada visualmente, afiches, posters, objetos, juguetes, etc. Adornan las paredes y repisas, para algunos simples cachivaches para mí un museo propio.
La mayoría de los objetos hallados en esta caja han sido obsequios o adquisiciones relacionadas directamente con personajes importantes dentro de mi existencia, el misal perteneciente a mi abuela que en un día cualquiera decidió traspasármelo, como dijo ella, tiene un valor más sentimental que funcional, el Viewmaster rojo, juguete visual de la infancia que me recuerda lo que lograba sorprenderme, el cómo se veía por medio de este artilugio; mi familia jamás tuvo una cámara fotográfica propia, si no hasta un par de años atrás, así que siempre las fotos provenían de cámaras prestadas, la fotografía desenfocada de una de los viajes al sur, en esa ocasión Villarrica, que aparte de recordarme el majestuoso paisaje, trae consigo colores y una serie fluida de recuerdos (el rojo de la sangre, el verde de los árboles y el pasto, muchos vehículos y frutas por doquier). A pesar de ser un accidente y todo lo que esto conlleva, considero que es un bello recuerdo, que me hace pensar que existen buenas personas. Al igual que mi vista interactuaba con las imágenes del Viewmaster, mi olfato tiene lo suyo (la goma chanchito), el oído (la armónica) y el gusto (mini botellas) también, la curiosidad por descubrir diría yo, por medio de lo sensorial (5 sentidos), siendo yo un individuo entrometido, teniendo como finalidad primordial el comprender el cómo se hizo, el cómo está formado, el cómo funciona, etc. Transformándome sin querer en un explorador que utiliza los sentidos.
